Escrito por: Jorge Washington
Al mirar el horizonte de la bella ciudad de Tingo María (Perú), vemos el perfil de una hermosa mujer echada de espaldas que mira el cielo y está cubierta de un manto verde: es la montaña de la bella durmiente, símbolo natural de Tingo María. La leyenda, transmitida de generación en generación, la identifica como la Princesa Nunash (princesa de la selva). Se habla también de un joven llamado Cuynac (jefe de la tribu) que atravesando la selva de los huánucos (tribu indígena) se enamoró de la princesa Nunash.
Los enemigos fueron vencidos. Cuynac entonces
trató de recuperar su forma humana sin
conseguirlo. Nunash sí pudo volver a su forma
primitiva y buscó inútilmente a Cuynac. Cansada,
se sentó cerca de la piedra en la que Cuynac se
había convertido y se quedó dormida. Mientras
dormía escuchó en sus sueños la voz de su amado
que decía: “Amada, no me busques, mi voluntad
fue pedir a los dioses que me convirtieran en piedra
y mi pedido fue complacido. Ahora soy solo una
piedra destinada a permanecer en este estado toda
mi vida. Si tú en realidad me has querido y me
sigues queriendo, deseo que permanezcas a mi lado toda mi vida, sobre este cerro, y que
en las noches de luna aparezcas ante la mirada de la gente como una mujer que duerme”.
Nunash, siempre en sueños, aceptó la propuesta de su amado y quedó convertida en
piedra, la que hoy es la figura de la bella durmiente.
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